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Los hijos del jefe

La novela Los hijos del jefe es una historia de romance, los protagonistas son Olivia Miranda y Eugenio.

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Lectura de prueba de novela Los hijos del jefe

Cuando Olivia Miranda recuperó la conciencia, era la mañana siguiente. Caminaba aturdida por la calle principal y una única y abrasadora lágrima rodó de manera inesperada por su rostro.

El día anterior había sido su cumpleaños. En principio, iba a quedar con su prometido, Hugo Gómez, para una cita. Sin embargo, de manera inesperada se topó con él mientras la engañaba con su hermanastra.

En ese momento, lo único que le pasó por la cabeza fue no montar una escena y cuestionarlos con la única pizca de dignidad que le quedaba. Decidió, en cambio, darles a probar su propia medicina: ojo por ojo, diente por diente.

«Me voy a vengar. Voy a hacer que lo paguen caro».

Al principio, pensó que todo había terminado con eso. Sin embargo, ¡dos meses después se había dado cuenta de que estaba embarazada! Olivia sintió frío en todo el cuerpo mientras miraba a su hermanastra de pie frente a ella. Al mismo tiempo, la expresión burlona de esta le apuñaló el corazón de manera dolorosa.

Ana Miranda fingió estar sorprendida.

—Olivia, ¿no estabas todavía saliendo con Hugo hace dos meses? ¿Cómo pudiste hacerle algo así?

Olivia miró fijo a Ana y se burló:

—¿No te da vergüenza lo que hiciste? Además, ¡lo que pase entre Hugo y yo no es asunto tuyo! —En aquel momento, solo había dicho que quería romper y no había dicho nada sobre su asqueroso engaño para preservar su dignidad. Sin embargo, no esperaba que Ana actuara con tanta desvergüenza.

«¿Cómo se atreve a mencionar los acontecimientos de aquel momento?».

Un destello de culpabilidad cruzó los ojos de Ana. No esperaba que Olivia sacara a relucir en ese momento la verdad delante de su padre. Así que la señaló y levantó la voz:

—¡No digas tonterías! Ese día te quedaste fuera toda la noche. Luego, rompiste con Hugo al día siguiente. La única razón por la que acepté ocupar tu lugar y convertirme en la prometida de Hugo fue por el bien de una unión exitosa entre nuestras familias. Aunque no entiendas mi dolor, ¡no deberías agraviarme diciendo tales palabras! —Mientras hablaba, sus lágrimas caían libremente por su rostro.

La madrastra de Olivia, Amanda Dávila, había estado sentada a su lado. En ese momento, abrazó a Ana y le dijo con disgusto:

—¡Olivia, no deberías hablar sin pruebas! Puede que no te importe tu propia reputación, pero tu hermana aún es joven. ¿Cómo va a mantener la cabeza alta en la sociedad si arruinas su reputación?

Olivia estaba tan enfadada que soltó una carcajada:

—Yo misma los vi a los dos juntos; ¿necesito obtener las imágenes de vigilancia para ti?

¡Paf!

Tan pronto como las palabras salieron de su boca, sintió una bofetada que la golpeó con violencia. Le dejó la mitad del rostro entumecido por la fuerza. Agarrándose la mejilla, miró con incredulidad al hombre que la había golpeado.

—Papá, ¿por qué me ha pegado?

—¡Tu hermana ha sacrificado tanto por esta familia! Por otro lado, ¡mírate! ¿Cómo te atreves a avergonzarla? Me has avergonzado tanto. ¡Ya no puedo ni levantar la cabeza! Te lo advierto, Olivia Miranda. Ve al hospital ahora, ¡o serás repudiada por la Familia Miranda!

La respiración de Olivia se entrecortó y sintió que una ola de lágrimas amenazaba con caer. Aun así, su voz tenía una extraña firmeza:

—¡No iré al hospital a abortar!

—¡Entonces vete de aquí! ¡A partir de hoy, ya no eres mi hija! —gritó Enrique Miranda furioso mientras señalaba en dirección a la puerta.

Olivia miró a Enrique y luego miró a la pareja de madre e hija, que estaban sentadas en el sofá y se regodeaban en su angustia. Después, se giró con frialdad y se alejó con decisión.

Se escuchó un suspiro.

—Papá, no puede querer echar a Olivia de verdad... ¡Olivia, espera! ¡No te vayas! —Ana puso de repente una expresión de ansiedad y la persiguió.

En medio del patio, solo estaban ellas dos. Por eso, Ana dejó de fingir y cacareó encantada:

—¿La pasaste bien esa noche, Olivia?

Olivia se detuvo un momento y entrecerró los ojos.

—¿Planeaste que esa persona estuviera allí?

Como respuesta, Ana soltó una carcajada.

—Me tomé muchas molestias para que te pirtieras. ¡Me gasté más de diez mil en eso! Fue ese mendigo que vivía bajo el paso elevado. Lo conoces, ¿verdad? Se alegró mucho al enterarse de mi sorpresa para ti. ¿Cómo fue, Olivia?

Al oír esas palabras, Olivia cerró las manos en apretados puños y su rabia hizo que se le subiera la sangre a la cabeza. No quiso contenerse más, por lo que extendió la mano y la abofeteó en el rostro.

—¡Ah! —Ana no se imaginaba que Olivia fuera a arremeter de manera tan repentina. Por lo tanto, la tomó desprevenida por completo. Después de recibir dos bofetadas seguidas, cayó al suelo por el impacto. Sin embargo, no fue suficiente para que Olivia descargara todo su odio hacia ella. Por eso, ¡la agarró por el cabello y la levantó del suelo!

—¡Ana, soy tu hermana! No solo me arrebataste a mi novio, sino que además utilizaste métodos muy turbios conmigo. ¡Hasta dónde llega tu poca vergüenza!

......

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