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Los nueve niños
La novela Los nueve niños es una historia de romance, los protagonistas son Graciela Torres y Cristian Caballero.
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Lectura de prueba de novela Los nueve niños
Graciela Torres se obligó a abrir los ojos. Al ver el rostro de la persona que yacía a su lado, estuvo a punto de gritar de miedo. Era Cristian Caballero, el futuro jefe del Grupo Caballero y el ídolo del campus de la Universidad Imperial...
En ese momento, fragmentos de recuerdos de la noche anterior inundaron su mente. Parecía que se había emborrachado la noche anterior y que se había encontrado con el Sr. Soñado allí. «¡Oh, Dios mío! ¿Qué demonios he hecho? Si esas ardientes fans suyas se enteran de esto, ¡mi vida va a ser miserable!»
Así pues, se escabulló a toda prisa de la habitación mientras la otra persona seguía durmiendo... Sin embargo, en cuanto salió por la puerta, una gran palma le cubrió la nariz y la boca. Después de eso, perdió el conocimiento.
Cuando se despertó de nuevo, se encontró en un yate. Delante de ella estaba sentada la preciada hija de los dueños del Grupo Jara, Betania Jara, también conocida como la belleza del campus de la Universidad Imperial. Al verla, Graciela no pudo evitar desarrollar un sentimiento siniestro en su corazón. En el momento siguiente, su pelo fue tirado con fuerza hacia arriba.
—¡Ay! —Se vio obligada a levantar la cabeza y gritó de dolor—: Betania, ¿qué estás haciendo? Nunca te he ofendido, ¿por qué me has secuestrado?
—¿Nunca me has ofendido? —El hermoso rostro de Betania se torció de celos—. Graciela Torres, ¿no sabes que Cristian es mío? ¡¿Cómo te atreves a tocarlo?! ¿Por qué no miras esa cara tuya?
Después de tomarse muchas molestias y planearlo durante tanto tiempo, por fin había encontrado la oportunidad de acercarse a Cristian ese día. ¡Pero todo fue arrebatado por esa fea perra! ¡Si no fuera por ella, habría tenido éxito con Cristian!
—Yo... —Entonces, Graciela recordó algo, y su cara se puso roja.
—¡Perra! —Betania sintió que un intenso odio surgía en ella al ver la expresión avergonzada de Graciela—. ¡Arrójenla del yate!
Mirando las agitadas aguas del río junto al lecho de la embarcación, la tez de Graciela palideció.
—¡Betania! ¡Eso fue un accidente! Cristian y yo...
—¡No eres digna de llamar a Cristian por su nombre! —El sentido de la razón de Betania fue consumido por las llamas de los celos. Por lo tanto, ella instruyó a su guardaespaldas:
—¡Muévanse!
—Sí, señorita Jara.
—¡Betania, no puedes hacer esto! ¡Déjame ir-ah! —Graciela fue lanzada al río provocando un gran salpicón.
Contemplando el río revuelto, las comisuras de la boca de Betania se curvaron con la satisfacción de conseguir su venganza. «Este es el río Luciente, famoso por sus furiosas corrientes. Graciela Torres, ¡tú te has hecho esto a tí misma! ¿Cómo te atreves a arrebatarme todo lo que debería haber sido mío?»
...
Nueve meses después, en una discreta residencia privada, situada en el extremo norte de un pueblo poco accesible a nivel económico en lo más profundo de las montañas, Graciela estaba tumbada en una cama de madera destartalada. Observaba, con el rostro pálido, cómo se llevaban a los bebés que tenía a su lado, uno por uno, mientras ella permanecía indefensa.
—Niños... Mis niños... ¡ah!
......
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