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Ataduras: los recuerdos que nos unen

La novela Ataduras: los recuerdos que nos unen Capítulo 2 Tres bebés adorables es una historia de romance, los protagonistas son Samara Castro y Alejandro Torres.

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Lectura de prueba de novela Ataduras: los recuerdos que nos unen Capítulo 2 Tres bebés adorables

Cinco años más tarde.

En uno de los apartamentos deteriorados de la tercera planta, había una esterilla de rompecabezas de espuma en el suelo. Ahora mismo había una pequeña niña regordeta echándose una siesta en la esterilla, roncando suavemente mientras su barriga subía y bajaba con cada respiración. Lucía muy dulce durmiendo mientras se chupaba el puño.

—¡Carne! —exclamó con alegría la voz infantil de Elisa Castro.

Había dos niños de más o menos la misma edad sentados a su lado, cada uno con expresiones diferentes en el rostro.

—Dylan, ¿no crees que Elisa es bastante tonta? —Aaron Castro tenía el ceño fruncido con preocupación. Esta pregunta le había estado atormentando desde pequeño.

Tan pronto como las palabras salieron de su boca, el niño a su lado que lucía estricto le dio un manotazo en la cabeza.

—Ella es bonita. ¡No es tonta! No digas esas tonterías —reprochó Dylan Castro a su hermano menor.

Él nació tres minutos antes que el resto de sus hermanos, lo cual le hizo oficialmente el mayor. Por eso era su responsabilidad cuidar de sus hermanos. No permitiría que nadie dijera que su hermana era tonta, ni siquiera su propio hermano.

Regañado, Aaron fue rápido en corregirse:

—Sí, ella es bonita. ¡Tan bonita! ¡Le dejaré comer mi porción de carne más tarde!

—Buen chico. —Dylan palmeó la cabeza de su hermano, mientras una expresión raramente madura llegó a su joven rostro.

Justo entonces, Elisa se despertó por el dolor de masticar su propia mano. Se echó a llorar, aullando:

—¡No es carne!

Dylan alcanzó la lata de galletas a su lado y le metió una galleta en la boca. La niña pequeña todavía tenía lágrimas pegadas en las pestañas, amenazando con caer en cualquier momento. A pesar de eso, dejó de llorar y comenzó a mordisquear la galleta obedientemente.

—Dylan, Aaron, ¿dónde está Mami? Tengo hambre…

Aaron la acercó a él, murmurando:

—Mami está trabajando pero debería estar de vuelta pronto. Cómete esa galleta primero mientras esperas, ¿vale?

—Vale. Mami está trabajando duro, así que no lloraré más. —Se acurrucó en su hermano.

A mediodía, se abrió la puerta y la sudosa Samara entró. Su rostro se iluminó con una sonrisa al ver que el apartamento seguía estando tan limpio como ella lo había dejado. «Parece ser que mis bebés preciosos han sido muy buenos».

—¡Dylan, Aaron, Elisa, Mami ha vuelto!

De inmediato, tres pequeñas formas corrieron hacia ella. Dos de ellas se aferraron cada una a una pierna, mientras que la última pidió un abrazo. Acogiendo a los tres en un fuerte abrazo, Samara sintió su agotamiento desaparecer.

—¡Queridos, Mami ha ganado quinientos hoy, así que podemos cenar comida extra esta noche! Decidme qué queréis comer, ¿mmm? ¿Comemos barbacoa? ¡Mami ha comprado algo de carne!

—¡Yay, eso es maravilloso! —Encantados, los tres niños aplaudieron.

—De acuerdo. Entonces, vosotros tenéis que empezar a ayudar a Mami, ¿vale?

Mientras Samara se dirigía a la cocina a dejar los ingredientes, los niños empezaron a ayudar donde podían.

......

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