Leer novela Isla desierta en línea en Novelando

Isla desierta

La novela Isla desierta es una historia de romance, los protagonistas son Zayn y Tina.

Lea los últimos capítulos de las novelas de Isla desierta en app Novelando.

Lectura de prueba de novela Isla desierta

—¿Usted también va a Dubái, señor?

Oí la pregunta ni bien me acomodé sobre el mullido asiento del avión.

—Sí, así es —respondí con tono casual.

Al mismo tiempo, ladeé la cabeza para lanzar una mirada furtiva a la joven sentada junto a mí. No era el tipo de mujer que quita el aliento, pero sus ojos almendrados, nariz redondeada y ligeros hoyuelos le daban un aspecto bastante agradable. De inmediato, me causó buena impresión. Para dejarlo en claro, no fue debido a la curva de su pecho, sino al modo en que estaba vestida. Me gustó que llevara prendas costosas pero discretas. Sobre todo, me llamó la atención su abrigo de primavera de Chanel, porque estaba seguro de que había visto a una de las Kardashian usando el mismo. Alguien podría preguntarse cómo sabía eso yo. Bueno, la respuesta es: gracias a mi trabajo anterior. Como si notara que la estaba mirando fijo, la muchacha se sonrojó y me preguntó:

—¿Viaje de negocios o de placer?

«¿Placer?». No había apostado todos mis ahorros para ir por placer. ¡Estaba yendo a Dubái a trabajar de mendigo!

—De negocios —respondí sonriente—. Estoy llevando a cabo una investigación para un proyecto de financiación internacional.

En respuesta, la muchacha esbozó una sonrisa cordial, recatada. Parecía indiferente a las palabras ostentosas que acababa de decirle. «Mmm, debe venir de familia adinerada», me dije.

—¿De qué trabaja? —me preguntó con entusiasmo la mujer sentada a mi izquierda. Se le iluminaron los ojos mientras esbozaba una sonrisa plástica de labios finos.

La miré y, tratando de mantener perfil bajo, le expliqué:

—Trabajé como consultor de seguridad en una de las mejores quinientas empresas del mundo, pero me fui porque teníamos diferencias en cuanto a la filosofía de desarrollo. Ahora trabajo en informática…

De pronto, una voz conocida me interrumpió.

—¡Vaya! ¿Quién hubiera dicho que ser guardia de seguridad y administrador de red podía sonar tan elegante?

Sentí el calor subiéndome por el rostro y, al levantar la vista con frustración, me encontré con una azafata que poseía unas piernas interminables.

—Quiero elevar una queja, Hailey Lewis —mascullé con los dientes apretados.

Hailey, que se parecía mucho a Lily James, abrió los ojos y me echó una mirada cargada de sarcasmo.

—¡Pero si yo pagué tu pasaje! ¿Cómo vas a quejarte de mí? No me molesta que andes seduciendo mujeres, pero ten un poco de moral.

Sin darme la oportunidad de defenderme, me miró mal y se dio vuelta. La fulminé con la mirada mientras se alejaba, meneando las caderas voluptuosas de un lado a otro. Estaba tan irritado que tenía ganas de abofetearla. Hailey era mi prima lejana y era mayor que yo. Aunque nuestra familia era tan grande que, técnicamente, no estábamos emparentados, nuestros padres eran muy unidos y nos habíamos criado casi como hermanos. Al igual que los hermanos de verdad, nunca nos llevamos bien y siempre terminábamos peleando. De seguro por eso había sentido la necesidad de aclarar mi situación con semejante honestidad brutal.

Fui militar antes de trabajar como guardia de seguridad en un conocido club nocturno. Después de que me despidieron, encontré otro empleo como administrador de red en un cibercafé, pero tampoco duré mucho allí. Entonces, cuando estaba luchando para llegar a fin de mes, leí en un sitio de internet que los mendigos en Dubái ganaban hasta varios miles por día y, en ese preciso momento, se me prendió la lamparita. Sabía que Hailey podía conseguirme un pasaje a Dubái, y se mostró contenta de poder ayudarme. Según dijo, lo hacía por caridad, ya que de ese modo yo no iba a ser más una carga para nuestro país. Y esa es la historia de cómo terminé en ese avión.

Cuando Hailey se fue, las dos mujeres me miraron con cara rara. Me sentí tan incómodo que deseé que me tragara la tierra y desvié la mirada para no hacer contacto visual, pero, cuando miré por la ventanilla, me encontré con una imagen mucho peor: densas nubes de humo. «¡Vaya! ¿Qué demonios?», pensé. Se me cayó el alma a los pies y me levanté de un salto.

—¡Humo! ¡Humo! —grité, pero, antes de que pudiera terminar la oración, sentí una fuerte sacudida que me tiró para atrás. Entonces, una fuerza enorme me arrojó al piso.

De pronto, la cabina se iluminó por la luz del sol que comenzó a entrar por uno de los agujeros en una pared cercana. Fuertes ráfagas de viento succionaron hacia afuera a varios de los pasajeros. Oímos sus chillidos antes de que salieran volando.

—Señor, ten piedad…

—¡Por todos los cielos!

Los pasajeros empezaron a gritar en todos los idiomas como locos. El agujero se hacía más grande a cada segundo y vi pedazos de vidrio y de metal volando por todos lados. Una esquirla de metal se le clavó en el pecho a la mujer de labios finos. El avión se zarandeaba para todos lados, y yo estaba muy desorientado. Sentí que el mundo entero no paraba de girar, pero, de pronto, me golpeé la cabeza contra el asiento de adelante. Después de eso, todo se oscureció.

Cuando recobré la consciencia, tenía un dolor de cabeza espantoso. Aunque estaba confundido, me di cuenta de que estaba acurrucado contra algo suave y confortable. Abrí los ojos y vi a la joven que había estado sentada a mi lado. Se estaba aferrando a mí y tenía los ojos cerrados. Se le había salido el maquillaje y quedaba al descubierto la palidez de su piel. Así, sumida en un sueño profundo, se veía indefensa e inocente. Traté de moverme, pero me sujetó con más fuerza y hundió la cara en mi pecho. Ese movimiento causó que sus senos firmes me rozaran el pecho y, por un segundo, me quedé con la mente en blanco. Sin embargo, el sonido de las olas me obligó a concentrarme. Miré a mi alrededor y descubrí que estábamos en una playa, en medio de una montaña de ruinas. A lo largo de la costa había restos del avión y cuerpos inertes. Al romper, las olas arrastraban partes del avión y cuerpos nuevos, a la vez que se llevaban los viejos. El ciclo se repetía como si fuera interminable, pero no había cambiado nada.

«¿Dónde estamos? ¿Es una isla desierta?», me pregunté. Hice un esfuerzo por recordar lo que pude para reconstruir el accidente. «¡Por todos los cielos!». No podía creer que acabara de sobrevivir a un accidente de avión. Sin dudas había tenido mucha suerte. Me sentí tan dichoso que hasta besé a la muchacha que me abrazaba. Entonces, ella abrió los ojos y me miró con expresión perdida antes de soltar un chillido.

—¡Ahh! ¡Degenerado!

Para su consternación, la única respuesta que obtuvo fue una ráfaga de brisa marina y una sonrisa arrogante.

—Deja de gritar. Ni que hubiera policías aquí. Te juro que, si consigues que vengan, con gusto iré preso.

......

Continuar leyendo la novela Isla desierta: https://www.minireadnovela.com/isla-desierta-887/capítulo-1-94191

Descargar la app Novelando para seguir leyendo novela Isla desierta

Comentarios

Entradas populares