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Le robé el prometido a mi hermana

La novela Le robé el prometido a mi hermana es una historia de romance, los protagonistas son Martina Achával y Fernando Vicuña.

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MonParis era una de las fragancias afrodisíacas más potentes del mundo.

Enfundada en un vestido negro ajustado, Martina Achával se acomodó el pelo negro y rizado detrás de la oreja y dejó al descubierto su rostro blanco como la porcelana.

—Se dice que quien lo huela tendrá un sueño erótico por la noche. ―Miró seriamente al hombre que tenía ante sus ojos.

Fernando Vicuña apartó la mano y frunció el ceño. «Bueno, es típico de ella ser tan atrevida y directa».

A continuación, Martina rodeó al hombre con sus extremidades y se colgó de él como un koala.

—Fernando, te he dicho que estoy aquí para hacerte el amor.

—¿Has terminado de meterte conmigo? —Fernando puso las manos en su espalda mientras su mirada se oscurecía.

—Todavía no. —Ella sacudió la cabeza y desabrochó dos botones de su camisa—. Verás, me he aplicado un poco de MonParis. ¿No te parece fragante?

Mirando sus labios rojos y curvados, Fernando resopló y comentó:

—Esta fragancia no te sienta bien.

—No importa. —Martina hizo una mueca mientras frotaba su cabeza contra el firme pecho de él y metía la mano bajo sus pantalones. Antes de ir allí, había oído que el despiadado presidente del Elizalde SL era el típico hombre insensible, razón por la cual seguía soltero a los treinta años.

—¡Martina! —Fernando gruñó y agarró su mano, que estaba en su cinturón.

—¿Sí? ¿Fernando? —La chica lo miró fijo con sus ojos claros.

Al olfatear las notas medias y bajas de MonParis, que eran principalmente el aroma de las flores de Datura, Fernando sintió una sensación de calor en su abdomen. Agarrando su muñeca, entrecerró los ojos y preguntó:

—Martina, ¿sabes lo que estás haciendo?

—Por supuesto. —Ella le rodeó el cuello con los brazos y le hizo ojitos—. Voy a tener sexo contigo.

—Eres la hermana de Lucila. —El hombre frunció el ceño y la apartó.

Tenía la camisa desabrochada, por lo que Martina pudo contemplar su amplio pecho mientras decía:

—¿Y qué? Tendré que llamarte cuñado. —Entonces, le acarició el pecho con sus finos dedos. Sus clavículas y su pecho firme, junto con su cinturón de Apolo y su piel bronceada, lo convertían en uno de los hombres más masculinos que ella había visto.

—¿Por qué sigues intentando seducirme cuando sabes que soy tu futuro cuñado? —Fernando miró al pequeño gato salvaje que tenía ante sus ojos y enarcó una ceja.

—¡No me importa! —reiteró ella. Al ver que la había inmovilizado en la cama pero no había hecho nada, decidió quitarle la camisa. «Ya que Lucila me ha arrebatado al hombre que amo, ¡haré lo mismo con ella! De lo contrario, ¡pensará que no tengo carácter!»— Fernando, ¿realmente no te interesan las mujeres como dicen por ahí? Ya estoy en la cama y sin embargo...

......

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