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Pecado de amor

La novela Pecado de amor es una historia de romance, los protagonistas son Sabrina Gadea y Emiliano.

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Lectura de prueba de novela Pecado de amor

—¡No me casaré con él!

La fuerte voz de Sabrina Gadea resonó en la residencia Acosta.

—No tienes otra opción. Sabrina, voy a ser sincero contigo, debes ocupar el lugar de Sara y convertirte en un miembro de la familia Quiroga —ordenó con firmeza su padre, Sergio Acosta.

Su madre, Nina Salcedo, se acercó y la convenció amablemente:

—Sabrina, di que sí y ayuda a Sara. Emiliano Quiroga es un tonto. Si Sara se casa con ese tonto, estará condenada para el resto de su vida.

Mientras tanto, su hermano, Felipe Acosta, estaba con las piernas cruzadas en el sofá de cuero blanco de la sala de estar.

—Papá, mamá, ¿para qué molestarse? Solo átenla y llévensela a la familia Quiroga. Debería considerarse afortunada de sustituir a Sara y casarse con alguien adinerado como Emiliano; al fin y al cabo, no es más que una campesina.

Al escuchar sus palabras, Sabrina sintió que se le heló la sangre.

—¿Por qué sigues poniéndote del lado de Sara? ¿De verdad la adoras tanto? Lamento ser yo quien te da esta noticia, pero yo soy tu hija biológica, ¡ella la adoptada! ¿Has olvidado cómo sus padres nos intercambiaron deliberadamente en aquel entonces? ¡Soy una Acosta y ella debería haber sido esa campesina!

Sí, Sabrina Gadea nació, en efecto, en la familia Acosta. Después de haber pasado dieciocho años en el campo como huérfana, descubrió que no lo era cuando la aceptaron en la universidad. Cuando nació, una pareja del campo la intercambió a propósito con su propia hija y la abandonó en un orfanato. La horrible pareja murió después en un accidente de tránsito cuando ella tenía dieciocho años.

Cuando la policía revisó el pasado de la pareja descubrió lo que hicieron dieciocho años atrás, lo que los condujo hasta ella y sus padres, los Acosta, quienes la aceptaron de nuevo en su familia después de eso, pero como la otra pareja estaba muerta, Braian y Nina no pudieron «devolver» a Sara. Además, todo ese tiempo había vivido con la familia Acosta y la trataban como si fuera su hija biológica, así que decidieron dejar que se quedara con ellos.

Entre tanto, Sabrina era huérfana, así que estaba entusiasmada por reunirse con su familia. Mientras soñaba con ser feliz para siempre, prometió tratar a Sara como a su propia hermana, en definitiva, ella era inocente y no podía culparla del crimen de sus padres.

Para su consternación, cuando Sabrina regresó a la familia Acosta, su padre estaba seguro de que era una pueblerina maleducada y se negó a darle el apellido Acosta legalmente; ni siquiera le contó a la gente sobre ella y siguió tratando a Sara como si fuera su propia hija.

En cuanto a Nina, a menudo instaba a Sabrina a ceder ante Sara, con la excusa de que esta había perdido a sus padres, por lo que debían compensarla; al final, Sabrina fue la que tenía que aguantar todo. Por otra parte, su hermano Felipe, seguía burlándose de ella por ser toda una campesina; era su hermana biológica, pero no podía dejar de criticarla como si fuera la peor persona del mundo, como si ella no significara nada para él.

Sara Acosta, en cambio, era distinta. Después de asumir la identidad de Sabrina durante dieciocho años, estaba decidida a mantener su lugar en la familia Acosta; por eso, para graduarse con éxito en la universidad y satisfacer su ego, tenía un plan, uno tan malvado que destrozaría a Sabrina y le aseguraría que no la eclipsara. Durante su último año en la universidad, Sara permitió que su tutor de tesis violara a Sabrina para que aprobara su trabajo y, como resultado, esta no solo terminó embarazada, sino que fue condenada a tres años de prisión tras matarlo accidentalmente para defenderse.

Después de un año de llevar una vida miserable con los Acosta y tres años de prisión, toda esperanza de tener una vida dichosa con su supuesta familia se esfumó. Todo lo que Sabrina quería era alejarse de los Acosta junto con su hijo que dio a luz mientras cumplía su condena; por desgracia, esa familia era mucho más despiadada de lo que ella esperaba. Justo cuando pensaba que las cosas no podían empeorar, hicieron lo impensable y la obligaron a casarse con un hombre que era tonto.

—No tomaré el lugar de Sara para casarme con ese tonto. Déjenme en paz, no tengo nada que ver con los Acosta —pronunció Sabrina con frialdad y con lágrimas.

Ya no era la chica ingenua de antes. No, la Sabrina que solía buscar con desesperación la atención de sus padres y que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de complacerlos, había desaparecido hacía tiempo. Al oír eso, Sergio enseguida frunció el ceño, enojado.

—Dile a Sara que baje al niño —ordenó a uno de los sirvientes.

Al oír sus palabras, Sabrina se entristeció, pero un fuerte presentimiento la preocupó cuando se escucharon pasos en la escalera. ¡Pum, pum! Al levantar la vista, Sabrina vio a la alegre y preciosa Sara que bajaba las escaleras lentamente con un niño en brazos.

—¡Fede! —gritó, ansiosa, el apodo de su hijo.

El niño tenía los ojos cerrados, así que todos pensaron que estaba durmiendo, pero en el momento en que escuchó a Sabrina decir su nombre, sus ojos se abrieron de golpe.

—¡Mami, mami! —gritó emocionado.

Con el ceño fruncido y las manos cerradas en puños, exigió a su hermana:

—¡Dame a mi hijo!

En lugar de soltarlo, Sara abrazó aún más fuerte al niño y sonrió.

—¿Cómo se atreve una asesina como tú a exigir la custodia de tu hijo? Además, papá ya ha solicitado ser su tutor legal, así que técnicamente ya no tienes ningún derecho de custodia.

—¡Mami! ¡Quiero a mi mami!

El pequeño Federico forcejeó en los brazos de Sara para poder ir con Sabrina; sin embargo, la mujer siguió agarrándolo con fuerza, negándose a dejarlo ir con su madre. En una fracción de segundo, el pequeño comenzó a berrear y mientras luchaba en vano pataleando para liberarse, terminó clavando sus dientes en el brazo de Sara.

—¡Ay! ¡Desgraciado!

Sorprendida por el repentino dolor, gritó y lo soltó dejándolo caer de cabeza sobre el piso de mármol. «¡No! ¡Fede!» Los instintos maternales de Sabrina la hicieron reaccionar al instante y se lanzó a proteger a su querido hijo. Justo antes de que se desencadenara la tragedia, lo atrapó en un fuerte abrazo.

—Ya, ya. No tengas miedo, mami está aquí.

Acurrucado en sus brazos, él apenas podía discernir sus palabras mientras sollozaba y sorbía la nariz.

—Mami, te...tengo miedo, so...son ge...gente mala... Tengo miedo de esta se...señora... Me...me pedía que du...durmiera y me gritaba c...cuando lloraba, pero te extraño. Ll...lloraba porque te...extrañaba, mami.

Las lágrimas resbalaron por las mejillas de Sabrina ante sus palabras, sentía como si alguien la hubiera apuñalado una y otra vez en el corazón con una esquirla de hierro.

—Papá, mira. ¡No puedo creer que este desgraciado me haya mordido! Es tan salvaje como Sabrina. —Sara estalló de rabia y le mostró a su padre la marca que dejaron los dientes.

Sergio se burló y trató de apartar al niño de los brazos de Sabrina de inmediato, al mismo tiempo que les dijo a los sirvientes:

—¡Vamos, quítenle el niño! Tienen prohibido verse a partir de ahora.

Federico no sabía lo que estaba pasando, pero instintivamente supo que los adultos intentaban alejarlo de su madre, por lo que rompió en llanto en el momento en que Sergio lo agarró y se aferró a la mano de Sabrina con fuerza, quien, por supuesto, no estaba dispuesta a renunciar a su hijo como si nada. Entonces, se aferró al pequeño en sus brazos, tratando de protegerlo del agarre de Sergio y los sirvientes.

......

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